Según la tradición fue el propio Arcángel San Gabriel quien dió a conocer la angélica a los hombres, quienes la consideraron como planta milagrosa que alejaba la peste, neutralizaba el efecto de los venenos y prolongaba la vida.
Se trata de una hermosa planta que se emplea como remedio desde hace relativamente poco tiempo, quizá porque al ser propia de climas fríos, no se conocieron sus virtudes hasta que se cultivó en la Europa medieval.
Características
Es una hierba de algo más de un metro de altura que vive dos años. Las hojas tienen la forma de las del perejil, pero son muchos mayores, de casi 50 cm. Se acoplan al tallo, hueco, rodeándolo; éste, recto, culmina con lo que se denomina una umbela: de un punto común surgen numerosísimos rabillos al final de los cuales aparecen unos pomos de pequeñísimas florecillas. De su raíz, robusta, se desprende un jugo lechoso al cortarla.
Vive en estado salvaje en los países fríos del norte de Europa, pero se adapta al cultivo en climas templados. Basta con sembrar los frutos (que pueden conseguirse en un arbolario) al final del verano y trasplantar los primeros brotes en primavera. Al segundo año fructificará.
Principios activos
Toda la planta, es decir, raíz, tallo, hoja y frutos contienen esencia y una sustancia (entre otras muchas más) denominada ácido angélico.
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